Wednesday, May 24, 2017

EL CRISTAL DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)

El cristal o vidrio, compuesto principalmente de dióxido de silicio – extraído de la arena de playa –, es un material transparente conocido desde hace más de cuatro mil años por los antiguos mesopotamios y egipcios. Su descubrimiento debió ser casual, pues se puede obtener al fundir arena en un horno de metal. El cristal es transparente porque los electrones de sus átomos han de absorber mucha energía para canviar de nivel de energía, y en consecuencia un fotón (partícula de luz) que atraviesa el cristal raramente es absorbido, a menos que tenga mucha energía (rayos ultravioleta o más energéticos; por eso el cristal filtra la radiación ultravioleta). Otros materiales como el diamante también son transparentes por la misma razón. Al contrario que el diamante, que es muy duro porque sus átomos están organizados en una fuerte estructura cristalina, el vidrio es mucho más frágil porque sus átomos están totalmente desordenados, y así están menos cohesionados.

El sistema de juego del Barça es elegante y transparente como el cristal. Sus postulados básicos – Posición, Posesión, Presión – son conocidos e imitados por todos los rincones del planeta. Es transparente por diseño: el sistema debe ser fácil de asimilar hasta por los más jóvenes, para que puedan aprender y evolucionar en un mismo ecosistema. Esta idea original de Jack Reynolds, el primer entrenador del Ajax, ha dado muchos frutos, y aún hoy la Masia, la academia de fútbol del Barça que ha producido una ristra inacabable de talentos desde Guardiola hasta Messi y Busquets pasando por Puyol, Iván de la Peña y muchos más, es el referente mundial número uno de la educación en fútbol. 
  
Pero ocurre que el sistema de juego del Barça tiene también la fragilidad del cristal. El juego posicional no siempre le gana en velocidad al patadón, ni es immune a un buen cabezazo. Las posesiones largas del Barça exigen gran concentración y técnica porque los pases deben efectuarse a gran rapidez para que no los intercepte el contrario. Esas posesiones elaboradas con gran paciencia invitan al contrario a emplazarse en el campo en la misma posición defensiva una y otra vez (“el autobús”), con lo cual el sistema parece repetitivo y poco eficiente a ojos inexpertos, pero la realidad es más parecida a una partida de ajedrez en la que el Barça siempre juega con la ventaja de las blancas – el ataque. En la presión, todos deben colaborar no solamente corriendo sino pensando en su óptima colocación. Si falla un solo eslabón de la cadena, las jugadas más simples pueden romper el cristal del Barça. Ese equilibrio estaba muy bien cuidado en el Barça de Guardiola y en el de Tito, no sólo por su talento como entrenadores sino también porque aseguraron un continuo influjo de jugadores de la cantera (“el ascensor”).  
  
En el Barça se ha confundido a menudo esa transparencia – tan necesaria para su ADN – con la fragilidad que a veces acusa el sistema. Son dos propiedades independientes, de la misma manera que existen objetos de plástico que son transparentes pero no frágiles y las cáscaras de huevo que son frágiles sin ser transparentes. Cuando llegó Martino, empezaron a surgir expertos en fútbol como setas clamando que “los rivales nos han encontrado el truco” y que “hay que encontrar variantes”. Piqué y Mascherano probaron a colgar balones al área durante un tiempo hasta que se cansaron. No es que hubiera nada malo en la transparencia en sí, sino que el sistema se había vuelto frágil por su peor ejecución. Faltaba Puyol y la media de asistencias por partido de Xavi rondaba el cero absoluto – mientras Thiago y Cesc hacían cola en el banquillo. Nadie se atrevió a acusar al legendario Xavi ni apuntó lo más obvio: que en fútbol ya está todo inventado y que en lo único que había que trabajar es en mantener – o a ser posible, incrementar – la velocidad de ejecución. “Lo único que hacemos es intentar pasarnos el balón lo más rápido posible”, había advertido Guardiola después de ganar brillantemente el Mundialito de fútbol por 4-0.
Luis Enrique se apuntó al carro de los listos que buscaban variantes al estilo como fuese. El fichaje de Suárez completó uno de los mejores trios atacantes de la historia del Barça (“MSN”) y los fans de Luis Enrique usaron los títulos para avalar sus argumentos – cuando lo difícil, con la MSN, era no ganarlos. Para alumbrarnos con su pensamiento Luis Enrique trajo a Rakitic, Digne, Mathieu, Gomes y Alcácer. Los tres últimos fueron todos fichados del Valencia a precios hinchadísimos por mediación del directivo Robert, un ex-valencianista, sin que nadie haya investigado posible corrupción. Otra de las aportaciones de la mente privilegiada de Lucho es que paró el ascensor – prescindió de Samper, el llamado a ser el heredero de Busquets, y utilizó a los jóvenes con cuenta-gotas – sin más argumento que el banquillo está lleno (de paquetes), una irresponsabilidad que ha puesto en peligro la progresión profesional de decenas de canteranos. Luis Enrique dijo también que impondría un régimen de rotaciones, pero pronto quedó claro que la MSN sólo rota cuando le rota. Una esperpéntica alineación de Luis Enrique contra la Juventus (con Digne en vez de Jordi Alba de lateral y con Mascherano en la media en vez de Denis Suárez) costó al Barça su clasificación en Champions League. Ahora el Barça acaba de perder la Liga, o mejor dicho, se la ha regalado al Real Madrid perdiendo puntos contra rivales mucho más débiles y así los periodistas serviles de Florentino pueden elevar al eterno rival a la categoría del “Madrid más total” (Sámano, El País) por una Liga sin brillo ganada a trompicones.    
Hace ya más de treinta años que en el Barça todos los problemas llegan siempre por arriba (la directiva), nunca por abajo (la cantera). Los cuatro últimos presidentes se han visto envueltos en negocios turbios: uno aún está encausado (Bartomeu), dos han estado en prisión (Núñez, Rosell), y el otro (Laporta) perdió la confianza del socio por enriquecerse con el régimen dictatorial de Uzbekistán. Ha llegado el punto de que el socio ya está acostumbrado a que la directiva haga una peste que te cagas, y hace gracia oír las críticas a la Masía y al estilo – cuando lo único que funciona como un reloj en el Barça es la Masía. Aprovechando que ya se había ido Guardiola, un grupo de directivos se puso a rebuznar que había que encontrar vías alternativas y fichar fuera porque “la Masía no podía producir Xavis e Iniestas cada año”. Este curso la Masía ha conquistado todos los títulos de fútbol 11 (desde el Barça B hasta el infantil B) y siete de los nueve títulos de fútbol 7 (el alevín A, C y D, el Benjamín A, B y C, y el Prebenjamín), igualando su récord histórico de 14 títulos. El Barça es una injusta pirámide donde los más engreídos y zopencos gobiernan sobre los más humildes e inteligentes.
Lo más preocupante es que no hay indicaciones de que la directiva sepa reconocer ni los errores ni las causas de la crisis. Hace unos días el presidente Bartomeu manifestó que “No estamos perdiendo la esencia del modelo Barça”. Es cierto que la Masía no ha perdido el rumbo, pero el primer equipo ha jugado cada jornada un partido distinto, desorientado por el peso de su herencia bajo un liderazgo desconcertante. Cualquier niño sabe que Thiago, Cesc y Bartra – tres internacionales que se hartaron de chupar banquillo y fueron fichados por una miseria por grandes rivales europeos – son mejores que Rakitic, Gomes y Mathieu: con aquellos canteranos no se hubiera malogrado esta Liga, y por lo tanto este campeonato se ha perdido no por flaquezas de la Masía o en el ideario, y ni mucho menos por méritos del Real Madrid, sino por errores evitables en la dirección culé. En la cantera están los mejores futuros jugadores de España y no hay que buscar más afuera: la Masía ya los moldeó con el ADN Barça. Pero sólo un nuevo entrenador que aprecie el tesoro de la Masía podrá reparar el cristal agrietado de la esencia del Barça. La única suerte es que los problemas del Barça – por mucha peste que hagan – son tan transparentes como su esencia misma.

Wednesday, April 19, 2017

LA TEORíA GENERAL DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)


En 1916, Albert Einstein publicó la Teoría General de la Relatividad, una revolucionaria descripción de la fuerza de la gravedad como una propiedad geométrica del espacio-tiempo. A Einstein se le ocurrió su Teoría General al imaginarse que una persona dentro de un ascensor cayendo en caída libre no sería capaz de sentir su propio peso, y por lo tanto no le sería posible distinguir si es que hay ausencia de gravedad o si es que está acelerándose igual que el ascensor, su único sistema de referencia. Por lo tanto, la gravedad es sólo una forma de aceleración generada por la presencia de masa. Utilizando el cálculo de tensores (con matrices de cuatro dimensiones), Einstein pudo derivar las ecuaciones de campo que predicen la intensidad de la gravedad en función de la distribución de masas. A diferencia de la Teoría de la Gravedad de Newton, las ecuaciones de Einstein predicen con gran exactitud fenómenos como la precesión anómala del perihelio de Mercurio, las lentes gravitacionales que curvan la luz de las estrellas, y las dilaciones temporales causadas por la gravedad, entre muchos otros.

Johan Cruyff trajo al Barça desde su Ajax natal, primero como jugador y luego como entrenador, una nueva concepción geométrica del deporte rey conocida como Fútbol Total que se basa en la cooperación mutua de todos los jugadores en todas las posiciones del campo. Asimilando el Fútbol Total como el estilo-bandera del club, el Barça ganó 14 ligas, 7 Copas del Rey y 5 Copas de Europa desde que llegara Cruyff al Barça como entrenador hace casi 30 años (un éxito si lo comparamos con las 9 ligas, 4 Copas del Rey y 5 Copas de Europa del Real Madrid en el mismo periodo), y exportó su fútbol de posesión a la mayoría de clubes y academias de fútbol del mundo.

Pero el Barça ahora está en caída libre y no hay un Einstein en el Barça para resolver las ecuaciones de lo que está pasando en el campo. El entrenador ha dependido de la gravitación de Messi, Suárez y Neymar desde el primer día pero al tensor de la MSN le falta una dimensión para alcanzar su Fútbol Total cuando algún elemento esencial de la media (léase Busquets o Iniesta) no está: ante la Juve en Turín, Luis Enrique cometió la pifia más grande de su carrera al entregar las llaves de la media a Mascherano, y luego a André Gomes – teniendo a Denis Suárez, mucho más fino en el control y elaboración que el jefecito y el portugués – y la del carril izquierdo a Mathieu en lugar de a Jordi Alba. Vi el partido en Costa Rica, y allí me encontré con docenas de aficionados del Barça que me preguntaban con pavor por qué habían jugado Mascherano y Mathieu. Es de sentido común. Hasta los niños y las piedras saben que Mascherano y Gomes no están capacitados para esa labor cerebral y técnica de mediocentro del Barça, y que Alba es mucho, pero que mucho mejor que Mathieu. En el tercer gol, el comentarista para ESPN CentroAmérica se burló de Mascherano, el cual forcejeó con el alto Chiellini pero no pudo evitar que éste cabeceara a placer sin tan siquiera levantar los pies del suelo: “Parece que Mascherano juega a otro deporte”. La jugada pone en duda la labor de Unzué, al que se le suponen dotes de estratega brillante en acciones a balón parado, y cuestiona su posible candidatura a primer entrenador. No ayuda a Unzué que Luis Enrique siga insistiendo en que no ve ningún error táctico en el partido de Turín: cuando el entrenador es el único entre millones de fans del Barça, desde Barcelona a América, que no aprecian errores tan elementales, es que quizás el cuerpo técnico no tenga la capacidad para continuar.

Lo advirtió Cruyff, el “Pitágoras del fútbol”, mil y una veces: al fútbol se juega principalmente con el cerebro; no es cuestión de correr mucho sino de estar en el sitio preciso en el instante preciso; “el centro del campo es el barómetro del fútbol”; y hay que cuidar el estilo, cuyas ecuaciones se formulan en la Masía. Lo entendieron Guardiola y Tito: cuidaron el ascensor de la Masía al dar minutos a los canteranos para que se formaran en el Camp Nou y despuntaran. No así Luis Enrique. Su pedestre “Teoría de las Rotaciones” es mezquina porque está diseñada para optimizar el rendimiento de unos pocos, sacrificando a otros.

Si hay que ser justos, nunca ningún entrenador del Barça gestionó bien los minutos de las “estrellas en declive”. A Puyol se le renovó cuando ya no estaba para esos trotes y entonces ya no fue posible fichar a Thiago Silva, generando una larguísima “crisis del central” que duró hasta la llegada de Umtiti. También la retirada de Xavi se eternizó y tanto Thiago como Cesc se hartaron de hacer cola en el banquillo cuando ya eran internacionales, y su marcha generó la presente “crisis de la media” porque se les sustituyó por jugadores inferiores como Mascherano, Rakitic y Gomes – que encima taparon la progresión de grandes mediocentros como Samper y Denis Suárez (ambos fueron cedidos). Luego les faltaron minutos a muchos otros, como Bartra y Nolito (vendidos incomprensiblemente), y ahora a Lee.

El problema de fondo es que el Barça es ahora mismo una gran empresa de fútbol gestionada por gente sin experiencia futbolística. Haber obtenido un másters en empresariales en Estados Unidos y haber jugado al básquetbol o al waterpolo no debería bastar, por mucho que abunde en esta directiva –  compárese con el magnífico equipo que tiene el Bayern. La nefasta gestión del anterior director deportivo (Zubizarreta), que no supo anticipar la crisis del central ni la de la media y culpó canallescamente a los directores de la Masía por los contratos a menores, tampoco ha mejorado con la de Robert, un ex-valencianista que parece más preocupado en negociar traspasos mediocres con el Valencia (Munir, Mathieu, Gomes, Alcácer) que en la excelencia del Barça. Los que claman que la Masía ya no produce talento al ritmo de antaño – una afirmación tendenciosa con poca fuerza estadística – se niegan a ver que la directiva ha desparramado ese mismo talento por los grandes equipos de Europa y ha traído a cambio a jugadores que no habrían pasado nunca el exigente filtro del Barça B. Habrá que esperar a un futuro con Piqué de presidente para ver a un Barça gestionado por la Masía, para la Masía.
Claro que las rotaciones son necesarias, pero con una declaración de intenciones diametralmente opuesta. En su día, se tendría que haber hecho rotar a Xavi no simplemente “para descansar a Xavi” sino para que pudieran jugar Cesc y Thiago. Las rotaciones tendrían que estar diseñadas para la proyección profesional de los canteranos (y otros jóvenes fichajes), no simplemente para el descanso nobiliario de los titulares. Los técnicos deberían mostrar a las vacas sagradas que los minutos cedidos a los jóvenes benefician al equipo, pues cuando un titular se lesiona el equipo tiene una pieza de recambio con ADN azulgrana. Es imperativo que el nuevo entrenador del Barça sepa combinar los minutos de los jóvenes con los de las estrellas, restituyendo el ascensor de la Masía que, como el de Einstein, produce la sensación de anular todas las fuerzas exteriores. El rol del entrenador del Barça debería ser el de distribuir a los jugadores adecuados en el terreno de juego – como si se tratara de masas en el espacio-tiempo – y dejar que el tensor del fútbol de ataque ideado por la Masía ponga en marcha los resortes cósmicos de sus movimientos. Es urgente que llegue un nuevo entrenador que nos devuelva al espacio-tiempo del Fútbol Total alrededor del cual debe gravitar el Barça.

Sunday, February 26, 2017

LOS EXOPLANETAS DEL BARÇA (versió catalana: clica aquí)


Se llama exoplanetas a los planetas que orbitan una estrella diferente a nuestro Sol. Al no emanar luz propia, no son directamente visibles desde la Tierra, pero se pueden detectar al medir la luz de su estrella por la tenue sombra que causan al pasar delante de ella. Hasta hoy día se han descubierto más de tres mil exoplanetas, la mayoría formando sistemas planetarios múltiples como nuestro Sistema Solar. Los científicos tienen gran interés en analizar la composición de los exoplanetas para saber si en ellos hay agua y compuestos orgánicos que pudieran dar origen a otras formas de vida.

El Barça es como el Sol que sirve para calentar el corazón de los aficionados azulgranas y también tiene un entorno de planetas, satélites y miles de asteroides y cometas orbitando a su alrededor que representan todas las opiniones, tendencias y estilos que afectan al juego del Primer Equipo. Cuando Johan Cruyff llegó al Barça como entrenador en 1988, parecía venir de otro planeta futbolístico. Importó lo que ahora conocemos como el “ADN Barça” de su querido exoplaneta llamado Ajax. Sembró así para siempre en el club una metodología (original de Jack Reynolds, el primer entrenador del Ajax) basada en la cantera: todos los niños debían jugar como el Primer Equipo atendiendo a tres simples postulados: Posición, Posesión, Presión. Cruyff  puso especial émfasis en crear una buena escuela de centrocampistas: “El barómetro en el fútbol es el centro del campo”. Los ojeadores y entrenadores de La Masía trabajaron muy duro – habría que añadir que por unos salarios vergonzosos – y en casi treinta años produjeron una larga lista de internacionales de la medular que ha sido la envidia del mundo entero: Amor, Milla, Guardiola, de la Peña, Xavi, Iniesta, Cesc, Busquets, Thiago, Sergi Roberto y Samper – sin citar ni a Messi (gran centrocampista) ni a las leyendas no centrocampistas (Puyol, Pedro, etc.). Ahora las escuelas de empresariales de todo el planeta estudian el modelo educativo de La Masía y el “método Barça” se enseña en la mayoría de academias de fútbol del mundo, a menudo por profesionales que han pasado por La Masía. Es considerada por todos la Harvard del fútbol.

Menos para los genios empresarios de la actual directiva, que parecen venir de otro exoplaneta distinto y consideran que ya no tienen que aprender nada de La Masía. Hay multitud de ejemplos de esa extraterrestre incompetencia. El club durante años ha caído en el error (y bajeza moral) de sumarse al Real Madrid en el asunto del reparto de los derechos de televisión, cuando habría sido mucho más inteligente unirse a los “clubes pobres” para restarle al Real Madrid una buena parte de sus ingresos. Claro que el Barça también perdería ingresos con esa estrategia, pero el Barça lo compensaría con creces tirando de su cantera. Ahora corre el rumor – no desmentido – de que el Barça y el Madrid están urdiendo la creación de una elitista Liga Europea que dejaría a la immensa mayoría de los clubes europeos fuera del alcance del reparto del botín de las televisiones. Siguiendo los consejos de los abogados del club – un bufete que ha perdido todos los grandes pleitos de los últimos años – la directiva decidió acatar la sentencia de la FIFA cuando acusó La Masía de contratar irregularmente a menores, con lo cual la directiva dio la espalda a La Masía; lo más honorable hubiera sido defender a la cantera ante los tribunales civiles (lo que hizo el Chelsea, que ganó su juicio). Hay socios que husmean sobresueldos corruptos en el caso de Robert, director deportivo del Barça y ex-jugador del Valencia, que ha fichado del Valencia a dos jugadores mediocres a precio de oro – Gomes y Alcácer, 65 M€ en total – y ha cedido gratis a su antiguo club a dos excelentes canteranos – Munir y Montoya.

El ejemplo más reciente de la incompetencia de la actual directiva lo tenemos en la pérdida de calidad del juego azulgrana, que tiene sus orígenes en la era Martino. En febrero el equipo fue pisoteado sideralmente por el PSG (4-0) y al cabo de unos días ganó agónicamente por 2-1 al colista Leganés (el segundo gol en el minuto 90 de penalti). El socio, que hasta ahora celebraba los goles de la MSN, ve con estupor cómo se ha deteriorado sobretodo la medular, la zona que el Barça siempre había dominado desde los tiempos en que la Santísima Trinidad de Xavi, Iniesta y Messi conquistara el mundo con un sextete legendario. El equipo del sexteto era el orgullo del socio porque eran todos de casa (menos Alves), pero ante el Leganés Luis Enrique sólo alineó a dos canteranos (Sergi Roberto y Messi). “No encontramos nuestra forma de jugar ni somos reconocibles”, reconoció Piqué después de la derrota por 4-0 ante el PSG. “Nos estamos alejando de la idea que nos hizo grandes”, dijo otro jugador. “Estamos a muerte con Luis Enrique”, añadió Piqué, pero es difícil imaginarse a Luis Enrique con muchas alegrías después de las críticas de sus propios jugadores. El problema principal es que hace tiempo que uno diría que el Barça juega sin entrenador. En el minuto 40 del PSG-Barça, Messi perdió un balón fácil en la media y eso costó al Barça el 2-0; un minuto más tarde Messi volvió a perder otro balón parecido sin que nadie dijera ni pío porque Leo es intocable. Martino y Luis Enrique han causado tal descalabro en el ecosistema del Barça que los jugadores han tomado las riendas de la nave, gobernada la mayoría de los días por el capitán Messi, el timonel Iniesta y el contramaestre Busquets, asistidos magistralmente por el capataz Piqué que achica el agua como puede. En los partidos en que Iniesta y Busquets están bajos de forma o lesionados, la pareja de centrocampistas Gomes y Rakitic ofrecen un espectáculo patético de todo lo que no se debe hacer en el centro del campo: pases a destiempo, demasiados toques, pobre control del balón, fuera de posición. Por qué se ficharon a Gomes y Rakitic y por qué se dejó marchar a Cesc, Thiago y Samper, evidentemente muy superiores a Gomes y Rakitic? “Se nota que no son de los nuestros”, se murmurea desde todos los rincones del Camp Nou. Sergi Roberto y Denis Suárez, sin ir más lejos, pasaron por la cantera pero casi nunca juegan juntos. No sólo se ha deteriorado la calidad sinó también la identidad del juego.

Todo empezó con la infundada teoría de que había que ser “más imprevisibles”, cuando en verdad en el fútbol ya está todo inventado. Con Martino, Piqué y Mascherano empezaron a probar a colgar balones a la inglesa como si eso fuera a sorprender a alguien; lo único previsible fue que el Barça dejó de salir ordenado desde atrás. Luego llegó Luis Enrique y más de lo mismo, con la diferencia que lo llamó “juego abierto”. Pareció que funcionaba, pues la MSN se desenvuelve tan bien en los contraataques que, en efecto, sólo hay que hacerles llegar el balón en mínimas condiciones para que marquen tres o cuatro goles. Y como el Madrid ya no tiene la pólvora de antaño, el listón no está tan alto como en tiempos del Dream Team o del Pep Team. Pero ni Martino ni Luis Enrique inventaron nada, al contrario. Luis Enrique ha sacrificado el control en la medular, porque sólo los jugadores-búfalo como Rakitic y Gomes resisten el galope en la pradera. Las zonas abiertas siempre han sido una telaraña mortal para jugadores posicionales como Busquets o jugadores de cristal como Iniesta, que se descentran en la jauría y se hacen fuertes al juntarse. Luis Enrique durará lo que tarde el aficionado en darse cuenta de que la teoría del “juego abierto” es un espejismo y que se da patadas con el fútbol de posesión – lo que “nos hizo grandes”. La mejor fórmula para encontrar la imprevisibilidad anhelada es, simplemente, jugar el balón lo más rápido posible – y ello requiere poner en el campo a los más rápidos, técnicos, y – sí, el fútbol es cruel – a menudo a los más jóvenes. Ahora Bartomeu justifica la gran inversión de esta temporada (más de 120 millones) para llenar el “fondo de armario”, lo cual es incongruente con las máximas cruyffistas de que es mejor comprar uno bueno que cinco malos y de que el centro del campo marca el estilo del club. Por ese precio, yo me hubiera reforzado con Mahrez, que quería venir al Barça. Ignora acaso Bartomeu que si La Masía no produce a jugadores com Rakitic y Gomes es simplemente porque los descarta cuando son cadetes? O bien Bartomeu no sabe de fútbol o es que el club aborrece de su ADN.
La raíz del problema estriba en el núcleo central de directivos. Son empresarios que habían jugado al baloncesto (Presidente Bartomeu), waterpolo (Albert Soler), o parchís (vicepresidente Cardoner y Jordi Mestre). No es que actúen de mala fe sino que son de otra galaxia, de un exoplaneta en el que no hay fútbol, sólo dinero. Ahora no saben hacerlo mejor porque su único patrón de medir es el dinero. La comparación con la flamante directiva del Bayern, que está repleta de legendarios jugadores de la selección alemana como Rummenigge, Sammers o Beckenbauer, habla por sí sola. Cómo puede esta directiva resolver la crisis del Barça cuando sólo analiza los problemas con un telescopio empresarial? Su lente sólo mide el dinero y su anhelo – yo le llamo obsesión – es crecer el tesoro del Barça respecto al de sus competidores, como si en el fútbol se marcaran euros en lugar de goles. Su ceguera profesional les impide ver que el Barça ya tiene en La Masía una riqueza mucho mayor, de una índole humana y educativa, y que es transparente a su ineficiente lupa pues tarda años en producir frutos para el mercado futbolístico. El que no vea esto, a estas alturas, no está capacitado para dirigir el Barça. Cada vez está más claro que esta directiva viene de un sistema solar muy lejano al corazón del socio, formada por exoplanetas muy diferentes al que engendró el ADN blaugrana. Es posible que aniden vida, pero inteligencia, ni rastro.