Sunday, November 30, 2014

CLARO COMO EL AGUA (versió catalana: clica aquí)



El agua es uno de los líquidos más transparentes que se conocen. Su tenue tinte azulado es debido a la vibración molecular del enlace entre cada uno de sus dos átomos de hidrógeno y su átomo de oxígeno. Siempre he encontrado poético que el color azul del mar pudiera tener su origen en una danza microscópica entre átomos. Aun así, cuando agarramos agua con las manos, este tinte azulado siempre se nos escapa, como si se burlara de nuestros ojos, y el agua nos aparece nítida como el cristal.


El juego del Barça tiene las mismas propiedades que el agua: es transparente y cristalino, y esta es su belleza, su fuerza y también su debilidad. Juega así porque su ideario futbolístico debe ser comprensible para los más pequeños, en el lenguaje más asequible posible. Es una fórmula educativa cocinada a fuego lento en los laboratorios del Ajax desde hace muchas décadas y que Cruyff nos enseñó a amar y valorar.


Como el agua, la transparencia del Barça contiene un tinte escondido si se la estudia con detenimiento: el ideario futbolístico es un libro abierto a los ojos de los rivales. No hay rival en el mundo, desde el Madrid al Bayern y el Chelsea, que no haya copiado el juego de posesión que el Dream Team y el Pep Team, y en cierto modo también la Selección Española, erigieron en el estilo futbolístico ganador de los últimos 20 años. La inmensa mayoría de las escuelas de fútbol del mundo enseñan ahora fútbol de posesión. Incluso el Real Madrid, en algunos momentos del pasado Madrid-Barça (3-1), se permitió el gusto de hacer algunos rondos a los centrocampistas del Barça. Sólo fueron en la zona ancha, pero fueron coreados por los "olés" de sus aficionados y, traicionado por la emoción, el corresponsal de El País (Sámano) describió los goles del Madrid (tres pifias del Barça) como producto de un nuevo "Fútbol Total". A los que hemos visto Fútbol Total, los rondos infantiles del Madrid mal presionados por este Barça enfermo nos hacen dormir - los juveniles de La Masia los hacen mejor. Pero la anécdota es sintomática de cómo evoluciona el fútbol. El Barça - La Masia - deberá reinventar el fútbol una vez más si no se quiere quedar atrás.


Luis Enrique no parece encontrar la fórmula y el Barça hace aguas, eso sí está claro. La defensa está mal planificada y el único que juega bien - Bartra - no parece tener la confianza total de Luis Enrique, lo que hace que el aficionado no las tenga todas con este entrenador. Piqué sufre el "síndrome Beckham": tiene tantos compromisos sociales con su mujer y con sus negocios que cuando está en el banquillo tiene que estar pendiente del teléfono y quiere estar en las portadas a toda costa, si es necesario tirando bombas fétidas en los aviones – así no se puede tener la cabeza en el campo. El equipo empezó bien seguramente porque se enfrentó a equipos menores pero en cuanto se ha enfrentado a rivales fuertes (PSG, Madrid, Valencia) se le han visto las carencias. ¿Qué le pasa al equipo?


Parte de los males pueden ser atribuibles al entrenador, que no parece hacer mucho caso de los informes que le pasan sus analistas. Hay tres estadísticas de una claridad diáfana. Primero, Mascherano es muy impreciso en los balones largos y tiene poco criterio en su distribución, aunque se esfuerzan en vendérnoslo como un grandísimo jugador: por eso el equipo cojea de salida. Segundo, Xavi ya hace mucho tiempo que su promedio de asistencias por partido es un cero pelado cuando durante el Pep Team no bajaba de tres y ya no recupera ni un balón ni presiona: todo un lujo tenerlo en el centro del campo. Y tercero, Alves no sabe centrar y deja unos agujeros en defensa de juzgado de guardia. Si Luis Enrique hace jugar a estos tres jugadores (juntos!), después de haber leído los informes, quizás es que dispone de una fuente de sabiduría de la que los demás no disponemos. De momento no se nota.


No toda la culpa es del entrenador. El Barça arrastra un problema endémico de planificación deportiva a nivel de club. Por culpa de la mala gestión de Zubizarreta, La Masia ahora tiene las manos atadas y es el punto de mira internacional en el asunto del fichaje de los menores. Zubi y la directiva, sin embargo, hicieron la canallada de buscar una cabeza de turco en Amor, héroe del Dream Team que ha dirigido La Masia durante su período más brillante. Zubi ni siquiera conoce su oficio de director deportivo: el Barça nunca debería haber vendido ni a Cesc ni a Thiago, los relevos naturales de Xavi que La Masia educó durante tantos años. Ni Rafinha es tan bueno como su hermano mayor ni Rakitic tiene la visión de pase de Cesc o Xavi: hemos salido perdiendo. Zubi es el responsable de que Xavi y Alves todavía estén en el Barça, y que esta temporada se fichara a Vermaelen, un central mayorcito con un historial de lesiones musculares frecuentes. Puestos a gastarse millonadas (Neymar, Suárez), el Barça debería haber priorizado los millones por un gran defensa como Thiago Silva que sustituyera a Puyol ya hace un par de años, pero nos mintieron que no había dinero. Hace demasiado tiempo que el Barça juega cojo desde los despachos.

Hay una escuela de críticos que dicen que Luis Enrique no sabe dónde va. Que lo que hace Mascherano con la pelota es una grosería futbolística equivalente a mearse encima de la Gioconda. El centro del campo no elabora con claridad y, en defensa, no presiona. Lo que hace falta para iluminar a este Barça son más mentes rápidas de La Masia (Bartra, Samper, Munir) y menos dinosaurios (Mascherano, Xavi, Alves). Hay una estadística muy clara que sostiene este punto de vista. En cada partido, hacia el minuto 70 o 80, las televisiones muestran los pases acertados y los totales de cada equipo. El Barça siempre tiene más de los dos, pero hay un dato muy importante: la diferencia (los pases fallados) es siempre casi exacta para los dos equipos, jornada tras jornada. ¿Cómo es esto? Los pases fallados son los famosos e imprecisos “patadones” desde la defensa hacia los delanteros. Los otros equipos sólo se limitan a hacer patadones porque juegan al contraataque, pero los defensas del Barça fallan tantos patadones como los de los equipos más modestos. (Muchos se darán cuenta ahora que Ronald Koeman era fabulosamente único.) Ya lo dijo Guardiola cuando el Barça ganó la final de la Copa Mundial de Clubes contra el Santos: "En verdad lo que hacemos es muy sencillo. Lo único que hacemos es intentar pasarnos la pelota lo más rápido posible ". La solución a los problemas del Barça, pues, pasa no por patadones de Mascherano sino por aumentar la velocidad, tanto del balón como de sus actores, hasta que la velocidad sea inasequible a los contrarios: incorporando jóvenes de mente veloz como Samper que sirvan balones de oro jóvenes de pies rápidos como Munir. La belleza del juego del Barça es clara como el agua, pero sus limitaciones también.
 
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